La vida siempre
escoge un día en específico para recordarme errores pasados, que sé que no me dejarán en paz. Cada error se convirtió en
una sombra que me persigue aun en la
oscuridad, en demonios que solo esperan que me rinda para arrastrarme directo a
su infierno.
Llevo cadenas
del pasado que impiden que disfrute con libertad el presente y corra tras mi
futuro, me atan, me retienen, no me dejan vivir. Sentirme presa, encerrada cual
animal en una jaula, donde el calor del encierro me consume y mis ganas de suprimir
mi vida florecen, como una flor en plena primavera o como si el agua hirviera
por horas y horas y sea tiempo de apagarla.
No se puede solo ignorar, no se puede solo mirar al frente y seguir caminando sin tener la certeza de que no regresarás a ver y cuando se intenta afrontarlo, cuesta, más que una estabilidad emocional, cuesta reducir la vida que me queda.
Hace mucho que deje de soñar, me arrebataron cada cosa en la que creía, como se le quita un dulce a un niño. Así de fácil lo hicieron, así de sencillo me arrebataron mis anhelos, mis sueños, mis días de felicidad. Fue complicado salir a la calle fingiendo una sonrisa, aunque después de un tiempo se volvió muy sencilla y creíble ante de la sociedad.
Hay días en que
simplemente todo se me acumula, aun así intento sonreír al mundo que está en mi
delante, aunque lo único que logro es derrumbarme, y es entonces cuando tengo que
explicar el porqué de mi llanto, lo único que hago es guardar silencio.
¿Por qué? porque la gente de mi alrededor no escucha, es como
si gritara al vacío; puede
ser estólido creer que la persona a la que le hablas te esté
prestando atención y comprenda cada una de las palabras que emergen de tu boca.
Por eso hoy
callo, me canse de gritar esperando una repuesta útil ante mi desesperación, mi
soledad y mi depresión. Por una temporada me embarque en sueños, me refiero a
dormir, y puede que suene algo irracional y jocoso, pero así fue, es
lo único que encontré para escapar de este mundo, en fin, de todo. Después dejó
de funcionar, el tiempo se me volvía infinito esperando el amanecer.
Noches en las que sentía que todo se me venía encima, como si el mar se me
viniera sobre mí, me sentía ahogada.
Y sigo aquí,
entre la espada y la pared, entre la vida y el óbito, entre el cielo y el
infierno, el hilo que me separa cada vez es más delgado y puede que se rompa. Siento
como la vida me fue consumiendo poco a poco, en cada segundo, en
cada minuto, de cada día que transcurre, cada vez me siento más débil, más
cuerpo que alma, simplemente, más sola. Estoy ahogada de tantas lágrimas, el
dolor me está asfixiando. Me gustaría tanto que el dolor se marchitara y que el
llanto se secara, que dejara de fluir.
Y sigo aquí, como un árbol, que en vez de crecer va
muriendo, mis raíces ya han dejado de crecer, simplemente voy dejando de existir.